CUENTOS, LEYENDAS, POEMAS...
DE COMETAS Y VIENTOS.

martes, 28 de junio de 2011


Me puse triste al ver aquel papalote enredado en las ramas del árbol. Roto, el giraba y giraba al viento, como si quisiese huir.
Pero no lo conseguía. ¿Tu ya viste aquellos animalitos con alas, cuando caen en la tela de una araña? Era de esa forma...
Tuve dolor. El papalote no fue hecho para acabar así. El papalote fue hecho para volar.
Y es tan bonito cuando lo vemos allá en lo alto... Yo siempre tuve ganas de ser un papalote.
Muy liviano, sin llevar nada encima (lo que es pesado empuja a la gente para abajo... Papel de china, carrizo fino que amaciza sin quebrarse, bien fuerte. Un poco de engrudo y, listo. Ya está el papalote listo para volar...
Los colores y las formas (que son muchos) la gente escoge aquellos que su corazón le está pidiendo. El papalote para ser bueno, se tiene que parecer a nuestro deseos. (Y yo pienso que las personas también, para ser buenas, tienen que ser un papalote suelto dentro de sí...)
No es necesario viento fuerte. Una brisa mansita debe llegar para llevárselos hasta allá arriba, cerca de las nubes. Es por eso que ellos tienen que ser más livianos. El viento llega, las hojas de los árboles se mueven, y por allá se van ellos elevando, hacia adentro del vacío del cielo...
Sólo hay una cosa chistosa. El papalote para subir tiene que estar amarrado de la punta de un hilo. Y la otra punta está en la mano que la agarra. Y el papalote platica, a través del hilo. La mano jala el hilo y lo siente duro, jalando para arriba, pudiéndose ir. Es el papalote que dice: "Me suelta un poco más..."
Pero si el hilo se siente flojo, es el papalote que dice que no tiene compañero, se fue el viento y el quiere regresar a casa...
Cuando yo era niño, me acuerdo, había un hombre. Justo cuando los papalotes estaban allá arriba, con el carrete sin más hilo para soltar, él venía y compraba los papalotes de los niños. Pagaba un precio justo. Sólo que el gusto de él era cortar el hilo.
Quien nunca jugó con los papalotes va a pensar que con el hilo cortado van a subir cada vez más alto, en las costillas del viento, sin que nadie los agarre. Pero no es así. Cuando el hilo se revienta se empieza a caer. Y van cayendo siempre, cada vez más lejos, tristes, meneando sus cabezas...
Así pues, era una vez un papalote.
El niño que lo hizo estaba alegre e imaginó que el papalote también lo estaría. Por eso dibujó en él una cara risueña, pegándole tiras de papel de china rojas en la cola, dos ojos, una nariz, una boca...
El papalote vuela, ligerito, travieso, subía alto... Le gustaba jugar con el peligro, vivía zumbando de los hilos y por las ramas de los árboles.
"-No me agarran, no me agarran..."
Y al reírse, sacudía la cola en desafío.
Hasta llegó a rasgar el papel, por una rama que fue más rápida, pero el niño la arregló, pegando un remiendo del mismo color.
Tenía amigos de a montones. Y sus ojos iban agradando a todos ellos siempre con aquella sonrisa agradable, platicando cosas...
Pero sucedió un día, cuando él estaba comenzando a subir, corriendo de un lado para otro en el viento, miró para abajo y vió, allá en una quinta, una flor. El ya había visto muchas flores, siendo que esta vez sus ojos y los ojos de la flor se encontraron. Y él sintió una cosa extraña. No, no era la belleza de la flor. Ya había visto otras más bellas. Eran sus ojos...
Quien no entiende piensa que todos los ojos son parecidos, solo diferentes en el color. Pero no es así. Hay ojos que agradan, que acarician a la gente como si fueran manos. Otros dan miedo, amenazan, acusan y cuando... uno se da cuenta que es visto por ellos, nos da un escalofrío por el cuerpo. También hay ojos que hipnotizan, que pegan, que hechizan...
¡Ah!, tu no sabes lo que es hechizar. Hechizar es cambiar a la gente al revez: sus cosas buenas quedan escondidas, no tiene permiso para aparecer; y las cosas ruines comienzan a salir.
Todo mundo es una mezcla de cosas buenas y malas, a veces la gente esta sonriendo, a veces tiene la cara fea. Pero el hechizado permanece en una sola cosa...
Me acuerdo de una princesita hechizada por una bruja mala.
Cuando habría la boca para hablar, solo salían de ella sapos, víboras y lagartijas. Me acuerdo también del príncipe guapo que se hizo sapo y de una princesita que el hechizo la hizo dormir por más de cien años. Así es, el hechizado ya no puede hacer lo que él quiere, y permanece olvidado de lo que él era...
El papalote quedó hechizado. Ya no quería ser más papalote.
Solo una cosa quería ser: hacer lo que la florecita quisiese. Ah!
Ella era tan maravillosa. Cuanta felicidad si pudiese quedar en sus manos por el resto de sus días...
Y así resolvió cambiar de dueño. Aprovechando de un viento fuerte, dio un jalón duro del hilo y él lo arrebató; así el papalote fue a caer despacito, al lado de la flor.
Y le dio la punta del hilo para que lo agarrara.
Ella lo agarró fuerte.
Ahora con su hilo en las manos de la flor, el papalote pensó que volar sería mucho más placentero. De allá arriba platicaría con ella y al regresar le contaría historias para dormirla. El le pidió:
"-Florecita, suéltame un poco..."
Y la florecita fue soltando.
El papalote subió muy alto y su corazón latía feliz. Cuando se está allá en lo alto es bueno saber que hay alguien esperando, allá abajo.
Pero la flor, acá abajo, sintió que se estaba poniendo triste. No, no era que estuviera triste. Se estaba poniendo enojada. Qué injusticia que el papalote pudiese volar tan alto y ella tuviera que quedarse plantada en el suelo. Y tuvo envidia del papalote.
Le daba coraje cuando veía a los papalotes allá arriba charlando entre sí. Y ella, flor solitaria, dejada fuera.
"- si el papalote me amase de verdad, no podría estar feliz allá arriba, lejos de mi. Se quedaría todo el tiempo aquí conmigo..."
Y a la envidia se le juntaron los celos.
Envidia es ponerse infeliz viendo las cosas bonitas y buenas que tienen los otros, y nosotros no. Los celos son el dolor que da cuando la gente imagina la felicidad del otro, sin que uno esté con él.
La flor se empezó a ser malvada. Se quedaba amachada cuando llegaba el papalote. Exigía explicaciones de todo.
Y el papalote comenzó a tener miedo de ponerse feliz, pues sabía que eso haría sufrir a la flor.
Y la flor fue, poco a poco, acortando el hilo.
El papalote ya no podía más volar. Veía de allí abajito desde la quinta (esa era toda la distancia  que la flor le permitía volar) a los otros papalotes, allá arriba... Y su boca fue poniéndose triste. Y sintió que ya no le gustaba tanto la flor, como al principio...
*********
La historia no terminó.
Está sucediendo ahora en algún lugar...
Y hay tres formas de escribir su final. Tu eres quien lo va a escoger.
Primero: el papalote quedó tan triste que resolvió nunca más volar.
"-No te voy a molestar ya con mis sonrisas, Flor, pero tampoco te voy a dar la alegría de esas sonrisas".
Y así quedó amarrado junto a la flor, pero más lejos que nunca de ella, pues su corazón estaba en sueños de vuelos y en las sonrisas de otros tiempos.
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Segundo: La flor, en verdad, era una burbuja que una bruja mala había hechizado y condenado a quedar agarrada al suelo. El hechizo sólo se rompería en el día en que ella fuera capaz de decir NO a su envidia y a sus celos y se pusiera feliz con la felicidad de los otros. Y sucedió que un día, viendo al papalote volar, ella se olvidó de sí misma por un instante y se puso feliz al ver la felicidad al ver la felicidad del papalote.
Cuando esto sucedió, el hechizo se rompió; y ella voló, ahora como burbuja, hacia lo alto; y los dos papalote y burbuja, pudieron jugar juntos...
Tercero El papalote sintió que había más alegría en la libertad de antes que en los brazos de la flor. Pues aquellos eran abrazos que amarraban. Y así, en un día de gran vendaval, aprovechando una distracción de la flor, le arrebató el hilo y se fue en busca de otra mano que se pusiera feliz viéndolo volar en las alturas...
(desconozco el autor)

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