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DE COMETAS Y VIENTOS.

lunes, 2 de agosto de 2010

COMETAS EN EL CEMENTERIO DE KABUL



En Kabul, la capital de Afganistán,  hay en un lugar en esta derruida ciudad donde no resuenan las amenazas de la insurgencia ni las atronadoras bocinas del caótico tráfico que ha inundado sus enfangadas calles siniestros . Se trata del cementerio de Nader Khan, emplazado en una pelada colina desde la que se contempla todo Kabul y presidido por el mausoleo de los reyes Nader Shah y Zahir Shah, que actualmente se está reconstruyendo.
Como en cualquier otra parte de este país arrasado por tres décadas de guerras sucesivas, aquí también están muy presentes la desolación y la muerte. No en vano, es un camposanto, pero se diferencia de otros lugares por las alegres risas y las frenéticas carreras de los cientos de niños que cada viernes, después de la oración en la mezquita, vuelan sus cometas sobre las destrozadas tumbas y lápidas de piedra.
Algunas de ellas están tan hechas añicos que parece que los chavales se van a caer en las fosas sobre los esqueletos. Pero éstos las saltan con suma habilidad detrás de sus cometas, que han vuelto a los azules cielos de Kabul tras la prohibición que impusieron los talibanes para que ninguna distracción apartara a los fieles de su integrista visión del Islam.
 Shuja Mohamed,  tiene 34 años, lleva volando cometas desde los seis. "A veces, lo hacía incluso durante la época de los talibanes, pero me entristecía que otra gente no pudiera jugar con sus cometas porque entonces era muy arriesgado", recuerda este vendedor ambulante de manzanas, que ha traído a su hijo para inculcarle una afición no exenta de lucha.
En este  país  la convivencia con la muerte, la violencia y la brutalidad están presentes en todos los juegos tradicionales afganos. Así ocurre en las peleas de perros, gallos, carneros o camellos y en el famoso "buskashi", una especie de polo macabro donde los jinetes se disputan a golpes el cuerpo de una cabra muerta hecha jirones.
Hasta las inocentes cometas incluyen una fiera competición, ya que el juego consiste en hacer volar la tela tan alta como se pueda y, además, ir cortando mediante el roce el fino hilo de los rivales. Para la aguerrida sangre afgana, el desafío es tan importante que, si una cometa sobrevuela por encima de una casa, su morador debe salir a enfrentarse con el adversario o, de lo contrario, será considerado un cobarde.
Las mejores cometas artesanales se venden en el bazar Shor de la calle Sang Tarashi, un mercado muy popular del centro de Kabul cerca de la mezquita azul de Pul-e-Kheshti. En esta calle de casas de adobe semiderruidas y agujereadas por las balas, abundan también las tiendas de instrumentos tradicionales como el rubab, el laúd afgano de 17 cuerdas, y de cintas de música de los cantantes más famosos.
Como las cometas o la televisión, la música también fue prohibida por los talibanes. 


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