La forma de construirlo era tender una pequeña cuerda de un extremo a otro, la cuerda tiraba de una mayor, la mayor de una “maroma” y la “maroma” de dos cables de acero. Una vez tensados los cables, ya es relativamente fácil ir construyendo el puente.
El método tradicional, consistía en atar una fina cuerda a una flecha y utilizar los servicios de un buen arquero. Pero este método tenía un pequeño problema: no había ningún arco con la potencia necesaria para cruzar de una orilla a otra. Tampoco había forma humana de cruzar el río (ni a nado, ni en ninguna embarcación), ni tampoco se habían inventado los aviones a motor. Así que el problema era bastante peliagudo.
Entonces, a Charles Ellet se le ocurrió una idea. Organizó un concurso de cometas, y ofreció un jugoso premio (una pequeña fortuna de aquella época) a aquel que consiguiese hacer volar una cometa la distancia suficiente y después, hacerla llegar a tierra en la orilla opuesta, para que alguien puediese coger la cometa y aprovechar la pequeña cuerda para atarle una mayor, y así empezar la construcción del puente.
Algo que parecía una “misión imposible” pudo hacerse realidad gracias a una brillante idea.
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